La estructura de los hidratos de carbono responde a la siguiente
fórmula química: Cn(H2O)n. Cada letra representa un elemento. Por ejemplo, la C al
carbono, la H hace referencia al hidrógeno, la O al oxígeno y por último, la n
equivale al número de veces que se repetiría la relación para la formación de
una molécula de carbohidratos más o menos compleja.
Podemos dividir a los hidratos de carbono en tres tipos: monosacáridos,
disacáridos y polisacáridos. Vamos a centrarnos en la siguiente entrada en los polisacáridos.
Los polisacáridos están constituidos por muchos
monosacáridos, desde 11 hasta miles, y la mayor parte de hidratos que aportamos
al organismo suelen ser de esta forma. Los polisacáridos son largas cadenas de
moléculas simples de carbohidratos y según la unión de sus enlaces químicos, el
organismo podrá romperlos gracias a las enzimas digestivas o no realizarlo.
Si esto ocurriese, podríamos clasificar los polisacáridos
en tres grupos: digeribles, parcialmente digeribles y no digeribles.
Digeribles. En
este grupo encontramos el glucógeno (reserva energética de los animales) y los
almidones o féculas (reserva energética de los vegetales)
Parcialmente
digeribles. El más conocido es la insulina, la cual se
encuentra en frutas y vegetales. Su consumo es muy recomendable.
No
digeribles. Encontramos insolubles (celulosa) y solubles
(gomas y mucílagos). Los humanos no pueden digerirlos pero si los animales
herbívoros.
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